lunes, 12 de mayo de 2014

4to. Domingo de Pascua


LECTURAS:
Hechos 6 v.1-9, 7 v.2, 51-60
Salmo 23
1 Pedro 2 v.19-25
EVANGELIO   Juan 10 v. 1-10
Cuando escuchamos en la radio o en la televisión una canción, a menudo pensamos: "me resulta familiar esa voz". A continuación, cuando somos capaces de reconocer quién es el cantante,  nos sentimos alegres.

Eso mismo sucede con Jesús. Somos sus discípulos y cuanto más tiempo pasamos en comunicación con Él, más y más reconocemos su voz.

Juan nos describe una relación muy estrecha, en la que Jesús conoce hasta nuestro nombre. Una relación que se desarrollará cada vez más, conforme vamos  abriendo nuestro corazón. Jesús es nuestro Pastor, nosotros sus ovejas y,  por medio de la lectura de las Escrituras, la oración, el servicio a los demás y la adoración, podremos reconocer siempre su voz.

Así como el Buen Pastor sabe de su rebaño y las ovejas obedecen su voz  (en otras palabras, se sienten seguras sólo con Él) también nosotros  tenemos la oportunidad de adquirir  la certeza de que Jesús nos dará una vida feliz y gratificante, si le escuchamos.

Esta parábola nos motiva a desarrollar una relación espiritual, basada en la confianza, como fundamento para nuestra fe cristiana.

La lectura de Hechos nos dirige a Esteban. Él, como los otros apóstoles y discípulos, no sintió temor en predicar a todo el mundo, incluyendo a los principales sacerdotes y  escribas , siendo capaz de llamarles a penitencia , y de hacerles ver que no habían observado las leyes de Dios.

 A  través de un profundo recorrido por las bases de la religión judía, les explicó cómo habían entendido mal el sentido de la adoración en el Templo y  la propia Ley de Moisés y cómo, pese a  las enseñanzas de los fieles profetas, que habían profetizado la venida del Mesías, ellos continuaban resistiendo al Espíritu Santo de Dios.

Esteban proclamó la fe en Jesús  como la verdadera conclusión de la religión judía. Los jefes de los sacerdotes y de los escribas (el mismo sistema religioso que había condenado a Jesús) se volvieron contra él y le mataron.

La Carta de Pedro nos señala la necesidad de aliento y ayuda que experimentan aquellos  cristianos que, como los primeros mártires, son perseguidos y amenazados de muerte. Y que, de manera similar a Esteban, sufren y mueren por su fe en muchos países de África, en Arabia y en otras partes del mundo.  Incluso nosotros, que vivimos en países de tradición cristiana, hay veces que tenemos que sufrir  las burlas de los no cristianos, por lo que estas palabras también nos deben consolar.

Nuestro propio pastor, John, a menudo nos ha dicho que la vida cristiana no es fácil y que, en muchas ocasiones, estaremos en una situación incómoda y molesta a causa de nuestra fe. Si nos apoyamos en Jesús a través de la oración, obtendremos el necesario consuelo y la fuerza para seguir adelante.

En el libro del Obispo Carlos sobre la Iglesia Protestante antes de la fundación de la IERE, he podido comprobar cómo muchos cristianos fueron perseguidos y tuvieron que sufrir las torturas de la Inquisición, viéndose obligados a escapar a Inglaterra y a Gibraltar para poder practicar su fe.

Finalmente, en la década  de 1880, los cristianos protestantes pudieron finalmente iniciar sus cultos con libertad,  gracias a Juan Bautista Cabrera y a otros precursores  de ésta y otras iglesias.                                          

Terminamos con una exhortación a no permitir que se pierdan, tratando de seguir su propio camino, aquellas ovejas que nos han sido encomendadas. Y también con la recomendación de mantenernos firmes en la oración, en la lectura de las Sagradas Escrituras y en la adoración. Todo ello nos ayudará a reconocer  lo que Jesús quiere de nosotros y a tener una vida espiritual más rica y plena.

Elaborado por Gwen Hamilton-Warner