domingo, 8 de enero de 2017

Jesús el Hijo de Dios, Inicio del Tiempo de Epifanía 2017

LECTURAS:
Isaías 42: 1-9
Salmo 89: 20-29
Hechos 10: 34-38
EVANGELIO:  San  Mateo 3: 13-17

Inicio del Tiempo de Epifanía: Jesús el Hijo de Dios

Podemos entender el Tiempo de Epifanía a través de  la imagen de una lámpara que se eleva y cuya luz ilumina al Mundo. Esta imagen podemos referirla a la persona de Jesús y a su enseñanza.

La enseñanza de Jesús es perfecta porque no procede del entendimiento humano, parcial y limitado. Es una enseñanza que procede directamente de Dios (Juan 17:7).

En este primer domingo de Epifanía, el Evangelio de San Mateo que hemos compartido, nos presenta a Jesús recibiendo la plenitud de la iluminación divina, manifiesta en la presencia visible del Espíritu Santo sobre Él.

Nunca un profeta o un enviado de Dios había tenido esta experiencia, que es confirmada por la locución divina: "Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia" (Mateo 3: 17).

En la lectura de Hechos se nos muestra cómo Dios comparte el mensaje de salvación en Cristo, ofrecido en primer lugar al Pueblo de Israel, con todos los pueblos de la Tierra.

Pero no debemos entender esto desde los parámetros de una "teología de la sustitución". Israel nunca ha dejado de ser el Pueblo de Dios, como afirma rotundamente S. Pablo en el capítulo 11 de su Epístola a los Romanos.

Debemos entender que Israel se encuentra bajo el régimen de un temporal apartamiento y castigo de Dios, por su dureza de corazón al no reconocer en Jesús al Mesías e Hijo de Dios, que les había sido prometido, tal y como hemos escuchado en la lectura de Isaías, capítulo 42.

Pero ese régimen ya está en proceso de cambio y el debilitamiento - y aún la apostasía - de la Iglesia conducirá indefectiblemente a la plena restauración de Israel y de la Iglesia (Romanos 11: 11 y 12).


Esta es la teología de los "dos Olivos": Israel y la Iglesia creciendo y fortaleciéndose juntos al Final de los Tiempos (Apocalipsis, capítulos 10 y 11, interpretación llibre).

En cualquier caso, como hemos leído en el Libro de Isaías y en Hechos 10:38, la Misión de Jesús cuyo comienzo - litúrgicamente - celebramos hoy, es una misión liberadora y restauradora, que alcanza a todos los oprimidos por el diablo (al fin y al cabo, todos los seres humanos en  mayor o menor grado).




Pedimos humilde y sinceramente, desde el fondo de nuestro corazón, que Dios envíe también sobre nosotros el Espíritu Santo y que su santa unción nos capacite para vivir como testigos fieles del Evangelio de Jesús. Amén

Elaborado por José Luis Mira Conca