miércoles, 20 de abril de 2016

El Buen Pastor: Una poderosa imagen del ministerio cristiano

LECTURAS:
Hechos 13: 15-16, 26-33
Salmo 100
Apoc 7: 9-17
EVANGELIO:  San Juan 10: 22-30

El Buen Pastor

 Conforme nos acercamos al final del Tiempo Pascual, el énfasis en las Lecturas va pasando desde las apariciones "físicas" de Jesús, a su presencia actual en el Cielo.

Ciertamente, el ministerio de Jesús continúa, ejercido por el Espíritu Santo, que se sirve de los sucesos de cada día y de sus siervos escogidos, para seguir enseñándonos y guiándonos.

Una poderosa imagen del ministerio, o simplemente del "carácter cristiano" es la del Buen Pastor. Para empezar, diremos que las ovejas no son cien por cien esos animales tiernos y obedientes que nosotros (los que vivimos en ciudades) imaginamos. Son animales bastante indisciplinados, que gustan de realizar "excursiones" fuera del camino que se les marca, en busca de pastos, que ellas creen más tiernos y delicados.

Obviamente esto les conduce a situaciones de peligro (por caídas, ingestión de comida inadecuada, ataques de lobos, etc) y el pastor tiene que poner, en ocasiones, su vida en peligro para rescatar a las ovejas perdidas. Y no sólo eso: tiene que curarlas, entablillar sus patas (si se las han roto) y finalmente devolverlas al redil.

En todo este proceso hay un riesgo añadido: el de aquellos suplantadores del verdadero pastor (o pastores) cuya voz no reconocen las ovejas, por lo cual huyen…..y pueden caer en peligros aun mayores. Es el caso de aquellas personas que se han involucrado en sectas y que, una vez decepcionados de ellas, se apartan por completo de cualquier movimiento religioso (incluidas las iglesias cristianas).

La primera enseñanza que debemos retener, ante todo, es que Jesús es el pastor de nuestras almas (y cuerpos)  que se comunica con nosotros desde el Cielo y a través de personas escogidas por él (no sólo seres humanos, sino también ángeles).

La segunda enseñanza es que también nosotros hemos de ejercer este "pastorado" sobre las personas que tenemos a nuestro alrededor y, especialmente, sobre aquellos que Dios nos encomienda (nos pone "carga").

Esa atención solícita que los cristianos tenemos que ejercer los unos sobre los otros, es una marca distintiva de la verdadera santidad (que es unión con Cristo y manifestación de su carácter) y por supuesto del verdadero amor al prójimo: un amor que se preocupa del otro y que, sin avasallar ni dominar, trata de ejercer una ayuda eficaz, que a veces será sólo acompañamiento. Pero el acompañamiento (también llamado "compañerismo" cristiano)  es, en sí mismo,  nuestro principal deber pastoral.

Elaborado por José Luis Mira Conca