Ezequiel 18: 1-4; 25-32
Salmo 25: 1-14
Filipenses 2: 1-13
EVANGELIO: San Mateo 21: 28-32
El pasaje evangélico del último domingo de Septiembre nos interpela potentemente acerca de la actualidad de la llamada de Dios para nuestra conversión y la necesidad de una respuesta personal adecuada.
El pasaje, con su apelación, a los dos "hijos" de un hombre, se enmarca en los últimos tiempos de la predicación de Jesús y en la creciente hostilidad que su mensaje despertaba entre la élite religiosa judía y su creciente popularidad entre los que hoy consideraríamos "excluídos del sistema".
Haciendo una aplicación a nuestra situación actual, podríamos decir que no es excusa para Dios el que "siempre hayamos sido buenos", o el "ya nos convertimos de una vez por todas".
Aunque pueda parecer demasiado severo: "no hay santos para Dios" (obviamente fuera de Jesucristo, su Hijo Único). Por lo que la llamada a la conversión es para todos y en cada situación o momento de nuestras vidas.
Aunque nuestra "imagen" pueda ser óptima, Dios - y también muchas veces los más cercanos a nosotros - saben que hay cosas en nuestra vida que deben ser cambiadas, o mejoradas. Y, efectivamente, es voluntad de Dios que cambien o mejoren.
También - de puertas para afuera- el testimonio de cada cristiano es importante, más aun"imprescindible", en el Plan de Dios y, si no cultivamos adecuadamente la parcela que nos ha sido encomendada, habrá personas que no conocerán a Jesús o que se harán de El una pobre idea, a causa de nuestra desidia y falta de entusiasmo (Filipenses 2: 12-13).
Oramos /Preguem /We pray for
- La libertad religiosa en España y en el mundo y el cese de las persecuciones por este motivo.
- Por las autoridades civiles y por un gobierno justo.
- Por nuestra propia conversión.
Recordamos, además, la presencia de los benditos ángeles y su misión como compañeros y protectores del Pueblo de Dios en su peregrinación.
Elaborado por José Luis Mira Conca