LECTURAS:
Hechos 9: 1-19a
Salmo 33: 1-11
Apocalipsis 5: 6-14
EVANGELIO: San Juan 21: 1-14
Santidad, combinación de Misericordia y Justicia
"Buscad la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor" (Heb.12:14).
Nos encontramos a mitad del Tiempo Pascual y, por tercera vez, Jesús se manifiesta a algunos de sus discípulos, en un lugar bien conocido por todos ellos: el Lago de Tiberíades, mientras se dedican a una de sus ocupaciones habituales: la pesca.
El milagro que nos relata el texto podríamos relacionarlo con la Misión que van a recibir en el día de la Ascensión: "id y haced discípulos a todas las naciones" (Mat.28:19). Es también una advertencia para nosotros: sólo unidos a Cristo y siguiendo sus orientaciones podremos obtener la ansiada "pesca".
Estar unido a Cristo requiere conocer y compartir su carácter (carisma) para así poder cumplir la misión que nos compete: a cada uno en particular y como congregación.
En el Salmo 33 hemos podido leer y recitar juntos una frase muy significativa sobre esto:
"Él ama justicia y juicio; de la misericordia del Señor está llena la Tierra" (v. 5).El carácter de Jesús es el mismo carácter de Dios: su base es la santidad.
Podríamos intentar definir la santidad como la perfecta unión de la Justicia y la Misericordia. Esto sólo es posible, para nosotros, por medio de la Gracia.
La Biblia enfatiza la santidad como la principal característica divina. Nos presenta a un Dios que es tres veces santo y nos habla a menudo de "la hermosura de su dantidad". Por eso, otra forma de definir la santidad sería decir que es la belleza moral.
Dios quiere que seamos santos y por eso nos ha elegido y llamado: Él quiere compartir nuestras modestas ocupaciones y darse a conocer a través de ellas. El secreto está en compartir….
Poco importa si la forma de su llamada es amable (como en la escena de la pesca) o brusca (como en la caída del caballo de Saulo). El objetivo siempre es el mismo: incorporarnos a su Misión, que es el más alto honor que podemos tener en esta vida.
Y al final, en tanto en cuanto somos "transfigurados" y convertidos en "otros Cristos", vamos teniendo un mayor acceso a la Gloria del Cielo, la cual ya poseemos (según las Escrituras) si bien todavía imperfectamente.
Elaborado por José Luis Mira Conca